A veces me asaltan las ganas.
Me sorprendo a mí mismo, pensando en escribirte. Sí, todavía aún, aunque pueda asombrarte y vaya en contra de toda lógica.
Como te digo, me asaltan las ganas de contarte, de decirte que, pese a todo, todavía sigo pensando en aquella noche.
Aquella noche, que no ocurrió, en la que hubiera perdido la cordura para recuperarla a la mañana siguiente.
Hubiera perdido una noche para ganarla.